La espiral del PP
"El Partido Popular está haciendo oposición, no al Gobierno, sino a la convivencia entre españoles".

En los últimos días hemos asistido con indignación a los graves sucesos ocurridos en Torre-Pacheco: episodios violentos con consignas racistas, fascistas y xenófobas, protagonizados por grupos organizados llegados desde distintos puntos de España con el objetivo de convertir el municipio en el epicentro de una auténtica cacería contra el diferente, contra el migrante.
Todo comenzó tras una agresión a un vecino de 68 años. Este mismo vecino ha declarado en los últimos días que repudia profundamente los hechos acontecidos y ha expresado que no desea que su caso sea instrumentalizado para justificar el odio y la violencia que han roto la convivencia en su pueblo y atentado contra los derechos más elementales.
Que existan grupos ultras, violentos y organizados es ya de por sí gravísimo. Pero aún más preocupante es que el Partido Popular —un partido que ha gobernado en este país y que actualmente gobierna en muchas comunidades autónomas y municipios— no haya condenado de forma firme e inequívoca estos hechos.
Yo vivo en Alcalá de Henares. Aquí, la alcaldesa del Partido Popular ha optado por cabalgar sobre el odio, el racismo y la xenofobia, tras una agresión sexual atroz que se produjo recientemente en el municipio. El agresor fue detenido a las 48 horas y puesto a disposición judicial. Sin embargo, en lugar de contribuir a calmar los ánimos y proteger la convivencia, los mismos grupos que reventaron Torre-Pacheco han convocado concentraciones en Alcalá, provocando enfrentamientos con la policía, realizando saludos fascistas y ensuciando los muros de la ciudad con mensajes como “el negro al cementerio”. Ni el Partido Popular ni la alcaldesa han condenado públicamente estos actos.
Alcalá de Henares es una ciudad magnífica, diversa y culturalmente rica. Su alcaldesa no debería contribuir a mancharla con la defensa tácita —o el silencio cómplice— ante quienes buscan destruir la convivencia y la democracia.
El Partido Popular de Feijóo observa con preocupación el ascenso de la ultraderecha, pero parece no darse cuenta de que es su propio partido quien actúa como motor de ese crecimiento, al tratar de imitar sus postulados más radicales y alimentar con ello una escalada aún mayor de Vox.
Con Feijóo, todo vale. Ya lo hemos visto en su forma de hacer oposición al Gobierno y al presidente Pedro Sánchez. Pero en este caso, lo que está haciendo no es solo oposición al Ejecutivo: es oposición al progreso, a la convivencia y a la dignidad.
La aportación de las personas migrantes a España es profundamente positiva. Desde el punto de vista económico, generan 1,62 euros por cada euro que reciben del Estado. Desde el punto de vista laboral, realizan trabajos esenciales para que los alimentos lleguen a nuestros supermercados y hogares, para que nuestros mayores sean cuidados, para que el turismo funcione. En definitiva, son clave para el progreso de este país.
El Partido Popular está haciendo oposición, no al Gobierno, sino a la convivencia entre españoles. Y eso debería ser inaceptable para cualquier demócrata. Es fácil hacer política usando el miedo: miedo a lo diferente, al futuro, a la incertidumbre. Pero esa forma de hacer política es injusta. Injusta con quienes sufren el racismo, pero también con quienes son manipulados por el miedo que les infunden políticos sin escrúpulos. La realidad es que vivimos en un país seguro, con una alta calidad de vida, y deberíamos aprender a disfrutarlo y respetarlo mucho más.
Es evidente que la convivencia es compleja en todos los niveles: en una comunidad de vecinos, en un barrio, en una ciudad. Pero cada uno, desde su posición política, religiosa o ética, tiene la responsabilidad de cuidarla y fomentarla. No hay otra forma de construir una sociedad justa y democrática.
Javier Rodríguez Palacios es diputado socialista por Madrid y portavoz de Agenda Urbana
El HuffPost no se hace responsable ni necesariamente comparte las opiniones expresadas por los autores o colaboradores de esta publicación.